martes, 20 de enero de 2009

El champú de huevo

La primera entrada de un blog debería ser sobre algo interesante. Algo que diga sobre de qué vas a hablar, o al menos quién eres y porqué has decidido hacerte un blog. En definitiva debería de servir para mostrarle al público qué es eso que vas a ofrecer y porqué deberían seguir leyéndote. Pero yo voy a hablar del champú de huevo. Sí, no es un montaje ni nada de eso, este champú existe de verdad. Y no solo existe, sino que desde hace dos meses está en mi casa. Cuando compruebas que algo así ha visto la luz lo primero que te preguntas es ¿qué clase de mente enferma tendría la genial idea de crear un champú de huevo? ¿No hay algo más asqueroso con lo que hacer un champú? Es como hacer un champú de lentejas o de… placenta de vaca. Luego te preguntas ¿qué clase de mente enferme compraría un champú de este tipo? A eso es fácil responder, mi madre.

Ella fue la que tuvo la genial idea de comprar este producto que me provoca nauseas matinales cual embarazada por su horrible olor, color y textura. Y encima no lava ¡no lava! Ni espumita, ni sensación de “pelo limpio” ni nada de nada. Por suerte ni si quiera huele a huevo después de aclararlo. Es como si te echases únicamente agua en la cabeza. Agua asquerosa, pero agua después de todo.

El caso es que por si esto no fuese suficiente, encima es un bote de tamaño familiar. Porque cuando he dicho que llevaba dos meses usando ese champú no era de broma, y no es que me lave el pelo una vez al mes, pero es que por mucho que lo uses, esta pesadilla líquida no se acaba nunca. Y mira que todos los días cuando me ducho tiro champú por el desagüe aposta para que se acabe antes el bote, pero ahí sigue. En fin, creo que la única solución será quemar mi casa, confiando en que el bote de champú no sobrevivirá al incendio.