lunes, 23 de febrero de 2009

Se busca (vivo o muerto).

- ¿Quién?
- Hola, traigo un paquete para… Antonio R.
- ¿Antonio R.? ¿No será Antonio C.?
- Aquí pone Antonio R. ¿Algún problema?
- Que es mi abuelo.
- ¿Y?
- Que lleva muerto unos 10 años.
- Ah, ¿y quién era el otro Antonio?
- Mi padre.
- ¿Está vivo?
- Sí.
- Pues entonces será para él.
- …gracias…

Ya sabía yo que tenía que haber alguna razón para que no abriese la puerta de casa, gracias señor mensajero por recordarme el motivo (o uno de tantos).

sábado, 21 de febrero de 2009

Toc toc.

Tengo una manía muy rara, de esas que no sabes que tienes hasta que alguien te dice: “¿por qué haces eso?”. No cojo el teléfono ni abro la puerta de casa sino sé quién está llamando, pero de una forma exagerada. Supongo que será cosa de algún trauma infantil en plan de que algún testigo de Jehová entraría en mi casa cuando yo estaba solo, o porque realmente vengo del futuro en el que seré mundialmente conocido y estaré harto de que la gente piense en mi maravillosa persona, por lo que terminaré pensando que todo el mundo quiere secuestrarme así que terminaré encerrado eternamente en mi casa (quiero decir, palacio) sin hablar con nadie, pero el caso es que las cosas son así.

Lo del teléfono no suele traer problemas, si es importante dejan un mensaje y sino pues que se le va a hacer. Pero lo de la puerta es lo que trae más problemas, y no solo porque algún día necesitaré una ambulancia y no les abriré la puerta. Resulta que la pesada de mi vecina es… pues eso, pesada. Todos los días suele llamar a nuestra casa para contarnos algún acto de su fascinante vida, que a mi sinceramente me importa lo mismo que si en este momento está lloviendo en Nauru, por lo que nunca la he abierto la puerta desde hace años (que no abra la puerta no quiere decir que no me acerque a la mirilla para ver quién es la persona que está llamando, de ahí que sepa que llama todos los días).

Vale, sé que antes he dicho que no lo cogía si no sabía quién llamaba, pero también hago excepciones de vez en cuando y no abro aunque sepa quién es la persona que está llamando. Lo malo llega cuando no le abres la puerta a tu pobre vecina, a los 10 segundos llega tu familia a casa, y cuando se cruzan con ella preguntan: “Ah, ¿pero no te ha abierto mi hijo? ¡Si está en casa!”. Supongo que puedo ir olvidándome de aparecer en su testamento.

martes, 17 de febrero de 2009

¿Te vas?

Mi madre, la del champú de huevo, tiene ganas de que me vaya de casa, y no solo haciendo cosas como comprar ese champú del que ya hablé (por suerte, ya se ha acabado y tenemos un champú normal). Cada vez que me ve salir del baño o de mi habitación, se me queda mirando dos segundos y me pregunta: “¿te vas?”. Da igual que esté con el pijama puesto, que sean las 2 de la mañana de un lunes, o que acabe de llegar a casa después de salir, siempre tiene que llegar la pregunta. Antes pensaba que lo que me preguntaba era si iba a salir, pero viendo su insistencia y la incoherencia de esa pregunta en algunas situaciones, estoy empezando a pensar que lo que quiere es que me vaya… y que no vuelva salvo los domingos para comer cocido.

La verdad es que si ese es su deseo, yo estaré encantado de cumplirlo en cuanto tenga dinero (iba a decir que cuando acabase la crisis, pero realmente no he trabajado ni antes ni ahora, así que la crisis tiene poco que ver).

Aunque parezca que solo vivo con mi madre, en plan las Gilmore Girls en versión descafeinada, realmente hay más gente viviendo en mi casa. No sé muy bien quienes son, aunque llevan ahí unos cuantos años por lo que supongo que uno de ellos será mi padre y el otro mi hermana, algún día me meteré también con ellos.

miércoles, 11 de febrero de 2009

El misterio del (horrible) libro desaparecido.


“Mr. X, le comunico que los documentos que figuran al pie de este escrito están retrasados es su fecha de devolución. Por tanto, le ruego tenga la amabilidadde remitirlos a la Biblioteca donde los obtuvo en préstamo a la mayor brevedad posible.


Le saluda atentamente, LA BIBLIOTECA


Cambiando mi nombre por el de Mr. X (bastantes datos di de mi con eso de que usé champú de huevo como para encima dar mi nombre) este es el mensaje que me mandó mi querida Biblioteca el otro día (o el/la bibliotecario/a en caso de que la Biblioteca no tenga vida propia, cosas más raras se han visto).

Como yo no suelo ir robando libros de la Biblioteca y además el libro era malo como el solo (no diré cual es por si acaso se supone que es una obra maestra y quedo como un inculto) tenía el recuerdo de haberlo devuelto a los tres días de cogerlo, por lo que me extrañó este mensaje, así que le mandé otro preguntando a la Biblioteca si estaba segura de que no lo tenía. Poco después me contestó que sí, que estaba segurísima de la muerte: “tras revisar la colección en busca del libro que se le reclama, tengo que informarle que no lo hemos encontrado”. Chan chan, ¿quién estaría equivocado de los dos?

Para desentrañar este misterioso misterio, después de haber estado dos días buscando el libro de las narices por mi casa y pensando ya en que tendría que pagarlo, tuve que acabar por ir a la Biblioteca, donde hoy me han atendido sus esbirros (también llamados bibliotecarios). Ahí me hicieron contar mi trágica historia, y tras unos dos minutos repletos de tensión (sexual o no), ya habían encontrado el libro, que estaba perfectamente colocado en su correspondiente estantería.

Pero la Biblioteca se resentía a darme la razón, por lo que hasta que no he confesado que también cogí el Menón, que por cierto no es una trilogía, no me han dejado ir libre por que seguía quedándome un libro pendiente de entregar. No sé que finalidad tenía esto, pero aseguro que justo después de decir que el último libro que di era ese tan divertido me han dicho que ya estaba todo arreglado.Conclusión: la Biblioteca funciona muy mal, en cambio sus esbirros son de lo más eficientes. Y como no, todo era culpa de Platón.

P.D. ¿Por qué dos de los tres primeros resultados que aparecen en las imágenes de Google al buscar “Menón” son consoladores (¡además con aroma a tutifruti!)?